viernes, 12 de febrero de 2016

Sin audiencias, no hay tendencias


  • Gustavo Buchbinder CEO De W-hub

Bien se sabe que la revolución de Gutenberg fue silenciosa, tuvieron que pasar muchos años para que la civilización se diera cuenta de lo que había ocurrido. Hasta ese momento, los que escribían y los que leían eran casi las mismas personas. Con la imprenta y los tipos móviles, la lectura extendió impensadamente sus fronteras. Sin duda, con Internet está pasando algo muy parecido, pero en tiempos mucho más acelerados, teniendo no sólo que ver con la distribución de la lectura sino con la expansión del saber.
El fenómeno es muy interesante: gracias a Internet, las audiencias son enormes y dispersas en todas las dimensiones posibles, y también estas mismas audiencias pasan de tener un lugar absolutamente pasivo a ser parte de la producción en los medios, ya que hoy cualquiera puede no sólo compartir las noticias sino también comentarlas y hasta crearlas. Lo llamativo de esta época es que algunas tendencias se repiten de manera análoga, viendo la historia de los medios masivos: los que inventaron el cine y la TV eran tecnólogos y tenían mayor avidez por el descubrimiento científico que por su utilización como medio de comunicación. No es un detalle menor cuando uno analiza el surgimiento de los buscadores, de las redes sociales y de muchas apps para los dispositivos móviles. Todos aquellos fueron momentos parecidos al de hoy, cuando muchos de los productos que se inventaban no lo hacían con un fin en particular, sino buscaban la innovación por la innovación misma.
Lo que sí está muy claro es que, cuando se trata de hablar de predicciones, éstas están más basadas en deseos que en cuestiones estudiadas o basadas en la lógica del mercado. Quizás un muy buen ejemplo es lo que pasó hasta hoy con el libro electrónico, que si bien se puede decir que su avance fue notable, las estadísticas de ventas son muy inferiores a lo que muchos pronosticaban, posiblemente porque no tuvieron en cuenta al lector y a la experiencia de la lectura: la posibilidad de ir para adelante, para atrás, releer y tener ese libro a mano en un dispositivo electrónico es más difícil. De todas maneras, esta hipótesis no quiere decir que las nuevas generaciones no se vayan acostumbrando y empiecen a valorar otras cosas, como la practicidad de llevar la biblioteca propia en el bolsillo o la cuestión de pegar y cortar, y armar así un material de lectura propio, aunque esto todavía no ha ocurrido de la manera que tantos vaticinaban.
Aun así, las audiencias tienen lo que hoy se llama “liquidez”: van migrando entre diferentes dispositivos o apps, siempre en búsqueda de buen contenido y de una buena experiencia, y esto es independiente del tamaño del papel, la pantalla o cualquier otra variable inventada o por inventar. Invariablemente, se vuelve siempre a los orígenes: lo que importa es que la historia sea interesante y esté bien contada.
Entonces, quedan claras dos cosas: la primera, que para predecir el futuro, nada mejor que entender el pasado; y la segunda, que para que una tendencia sea visible, del otro lado debe haber una amplia audiencia.